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No blasfemes, oh poeta | Mille et tre

Balánida | Monta sobre mí como una mujer

Por cierto la mujer gana | Aunque no esté parada

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Por cierto la mujer gana

haciendo el amor semidesnuda,

y mucho más si el camisón

que lleva por único atuendo

 

tiene la expresa función

de un velo corto, insinuando

muslo y pantorrilla, teta y nalga

y la vulva, un tanto gigantesca.

 

Gana sin descubrirse del todo,

salvo la concha, lo único divino

para el coito o la mineta,

y lo demás en ella es vano.

 

Considerando así la cosa,

esa falta de proporciones,

esos blancos y rosas excesivos

podrían llegar a convencernos.

En cambio, un hombre joven,

sacerdote de Eros o neófito,

se ve favorecido en su belleza

cuando ama totalmente desnudo.

 

 

 

 

Admiremos esa carne espléndida

que se diría inteligente, vibrante,

intrépida y también tímida

y, por un gran privilegio

sobre toda carne -femenina

o bestial- la verdadera belleza,

la fascinante gracia

de ser múltiple bajo la piel,

 

juego de músculo y de huesos,

pulpa apretada, suave tejido,

ella interpreta y hasta completa

toda ocurrencia sentimental.

 

Colérica, se excita,

y alternativamente dura y blanda,

preocupada en gozar hacer gozar

se tensa y distiende en el amor.

 

Y cuando sea tocada por la muerte,

esa carne que yo endiosé

habrá de fijar augusta

sus elementos en mármol azul.

Verlaine

 

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