« paul verlaine | No blasfemes, oh poeta | Mille et tre |
VII Monta sobre mí como una mujer, lo haremos a "la jineta". Bien: ¿estás cómodo?... Así mientras te penetro -daga
en la manteca- al menos puedo besarte en la boca, darte salvajes besos de lengua sucios y a la vez tan dulces.
Veo tus ojos en los que sumerjo los míos hasta el fondo de tu corazón: allí renace mi deseo vencedor en su lujuria de sueños.
Acaricio la espalda nerviosa, los flancos ardientes y frescos, la doble y graciosa peluquita de los sobacos, y los cabellos.
Tu culo sobre mis muslos lo penetran con su dulce peso mientras mi potro se desboca para que alcances el goce. Y tú disfrutas, chiquito, pues veo que tu picha entumecida, celosa por jugar su papel apurada, apurada se infla, crece, |
se endurece. ¡Cielo!, la gota, la perla anticipadora acaba de brillar en el orificio rosa: tragarla, debo hacerlo pues ya estalla
a la par de mi propio flujo. Es mi precio poner cuanto antes tu glande pesado y febril entre mis labios, y que descargue allí su real marea.
Leche suprema, fosfórica y divina, fragante flor de almedros donde una ácida sed mendiga esa otra sed de ti que me devora.
Rico y generoso, prodigas el don de tu adolescencia, y comulgando con tu esencia mi ser se embriaga de felicidad.
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