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No blasfemes, oh poeta | Mille et tre

Balánida | Monta sobre mí como una mujer

Por cierto la mujer gana | Aunque no esté parada

VII

Monta sobre mí como una mujer,

lo haremos a "la jineta".

Bien: ¿estás cómodo?...  Así

mientras te penetro -daga

 

en la manteca- al menos

puedo besarte en la boca,

darte salvajes besos de lengua

sucios y a la vez tan dulces.

 

Veo tus ojos en los que sumerjo

los míos hasta el fondo de tu corazón:

allí renace mi deseo vencedor

en su lujuria de sueños.

 

Acaricio la espalda nerviosa,

los flancos ardientes y frescos,

la doble y graciosa peluquita

de los sobacos, y los cabellos.

 

Tu culo sobre mis muslos

lo penetran con su dulce peso

mientras mi potro se desboca

para que alcances el goce.

Y tú disfrutas, chiquito,

pues veo que tu picha entumecida,

celosa por jugar su papel

apurada, apurada se infla, crece,

 

se endurece. ¡Cielo!, la gota, la perla

anticipadora acaba de brillar

en el orificio rosa: tragarla,

debo hacerlo pues ya estalla

 

a la par de mi propio flujo. Es mi precio

poner cuanto antes tu glande

pesado y febril entre mis labios,

y que descargue allí su real marea.

 

Leche suprema, fosfórica y divina,

fragante flor de almedros

donde una ácida sed mendiga

esa otra sed de ti que me devora.

 

Rico y generoso, prodigas

el don de tu adolescencia,

y comulgando con tu esencia

mi ser se embriaga de felicidad.

Verlaine

 

 

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